Juro por mi mismo
(Gn 22: 16)

jueves, 26 de julio de 2012

de los orígenes a la monarquía


Puede que la inmovilidad de las cosas que nos rodean nos halla sido impuesta por nuestro convencimiento de que son lo que son, por la inmovilidad de nuestro pensamiento respecto a ellas.
(Marcel Proust, À la recherche du temps perdu)

    Desgraciadamente el conocimiento que tenemos de la Biblia nos llega casi siempre a través de alguna religión. Estos tristes hijos de la relación sadomasoquista que mantienen la ignorancia y el narcisismo, se empeñan en presentar las Escrituras como una unidad dogmática que transmite los mismos conceptos desde génesis 1: 1 hasta apocalipsis 22: 21. Nada más lejos de la realidad.
    La primera vez que la leí, me llamó poderosamente la atención constatar en cada página precisamente todo lo contrario: una evolución, la del pensamiento humano. Un cambio que podríamos observar igualmente analizando cualquier otro conjuto de textos que abarque varios siglos. Esta evolución explica por sí sóla las contradicciones que vemos en el texto bíblico sin necesidad de descalificarlo, dejándonos como única opción insultar a los que de verdad se lo merecen: aquellos que pretenden conocer algún tipo de Verdad Absoluta.
    En esta entrada veremos cómo evoluciona la fe, apoyándonos siempre en el texto bíblico citado en su contexto histórico y sociocultural, lo cual supone una tremenda innovación frente a la exégesis a la que nos tienen acostumbrados los creyentes. Dada la enorme cantidad de versículos referidos, he preferido colocarlos en forma de notas a pie de página para evitar constantes interrupciones en la lectura.
   Durante la redacción tuve muy presentes a mis sempiternos colegas Luis y Jorge, a quienes pertenecen muchas de las reflexiones que me han traído hasta aquí. Esta entrada es un humilde homenaje a todas esas botellas tan bien conversadas.

    En general, las civilizaciones antiguas mantienen una estrecha relación entre lo sagrado, el mundo y la palabra. Según evoluciona esta tríada vemos una continua recesión de lo sagrado, y gracias al amplio espectro temporal que cubre la Biblia podemos rastrear en ella este proceso.
    Al principio lo sobrenatural no es una substancia espiritual opuesta a la material, sino la complicación de lo natural respecto al individuo: el nombre del dios es el grito de espanto ante lo que se desconoce en la naturaleza, los dioses de Abraham y los dioses de Najor juzgarán. Jacob juró por el Terror de su padre Isaac. (Gen 31: 53)1. Signo y símbolo se separan, pero todavía están contenidos en lo material; la primera religiosidad experimenta lo sagrado como algo inmanente a su forma externa: la tormenta es un hecho físico y es también el dios de la tormenta. La realidad palpable y su esencia están unidas por el lenguaje, que hace las veces de pegamento.
Anton van Dyck, Moisés y la serpiente de bronce
    En esta primera etapa sólo se concibe lo material, que el lenguaje divide en sus diversas manifestaciones sin enfrentarlas. No hay alma, pero tampoco cielo ni infierno. Las buenas y malas potencias, la salud y la enfermedad, etc., estaban vinculadas al igual que el nacer y el perecer, la vida y la muerte, el invierno y el verano... En lo ritual domina la creencia, común entre los pueblos primitivos, de que cosas semejantes producen efectos paralelos, por eso cuando el pueblo de Israel vagaba por el desierto Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta; y cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se curaba. (Num 21: 9).
    La palabra es un elemento inseparable de lo nombrado y fuente de poder sobre él. Esta tríada sagrado-mundo-palabra se constata en la Biblia: Dios crea a los animales para que sirvan de ayuda al primer hombre, y pide a Adán que les de un nombre para que así queden a él supeditados2. Una de las creencias más arcaicas es la del "señor de los animales", un super-hombre ligado a una forma de vida cuyos únicos recursos son la caza y la recolección, es decir, a una humanidad que no produce sus medios de subsitencia, sino que se contenta con apropiarse de lo que se halla a su alrededor. Este ser sobrehumano vive en la naturaleza, opuesta a los campos o pueblos regidos por las reglas y conceptos humanos del Bien y del Mal, pero Adán por conocerlos se volvió mortal3 y fue expulsado del jardín del Edén para labrar la tierra4.
Theophanes el Cretense, Adán nombrando a los animales

    Con el fin del nomadismo el orden social se constituyó sobre la base de la propiedad estable, separándose el dominio del trabajo. Así se consigue una premisa necesaria para llegar a la abstracción: la separación del objeto respecto al sujeto que el amo logra mediante el servidor. A la sedentarización sigue el interés por fijar la palabra, y desde que el lenguaje entra en la historia sus amos son sacerdotes y magos. Quien ofende a los símbolos cae en manos de tribunales terrestres en nombre de los poderes sobrenaturales: el dios supremo entre los dioses nace en este contexto.
    El camino hacia el monoteísmo no es ni mucho menos un cambio radical fruto de una revelación puntual. El paso intermedio se conoce como henoteísmo, y se caracteriza por la monolatría: se reconoce la existencia de varios dioses, pero sólo uno de ellos es suficientemente digno de adoración por parte del fiel5. Así mismo, la divinidad actua sobre una zona determinada, fuera de la cual su poder se ve seriamente reducido.
    En la Biblia hay innumerables ejemplos de esta forma de religiosidad. Es notable que nunca se niegue la efectividad de adivinos y sacerdotes de otros cultos6. El problema de las otras creencias no es que no sean efectivas en absoluto, sino que su práctica enfada al Señor porque considera que los idólatras no confían en Él lo suficiente y eso le pone celoso7. Mi ejemplo preferido es la historia del rey sirio Naamán, que se da cuenta del verdadero poder del dios de Israel al ser curado de lepra mediante los rezos del profeta Eliseo, y decide adorarle:

Volvió con su comitiva y se presentó al hombre de Dios, diciendo: -Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor.
Eliseo contestó: -¡Vive el Señor, a quien sirvo! No aceptaré nada.
Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: -Entonces que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor.
(2 Re 5: 15-17)

    Desde el punto de vista del henoteísmo Naaman necesitaba tierra, porque al sacrificar a Yahvé debía tener las plantas de los pies en suelo de Israel, de otro modo no serviría de nada. Si se llevaba a Damasco cierta cantidad de tierra israelita, se crearía una pequeña isla sobre la cual tendría poder la divinidad. Y continua:

Y que el Señor me perdone: si al entrar mi señor en el templo de Rimón para adorarlo se apoya en mi mano, y yo también me postro ante Rimón, que el Señor me perdone ese gesto.
Eliseo le dijo: -Vete en paz.
(2 Re 5: 18 - 19)

    Naamán no sólo pide permiso para llevarse tierra de Israel y poder adorar a Yahvhé en ella, también avisa al profeta de que no podrá evitar adorar a otros dioses, y Eliseo asiente sin rechistar como si fuera perfectamente lógico.

Caravaggio, David mostrando la cabeza de Goliat
   La primera expresión del nuevo orden es el estertor de lo que acaba de morir. El agricultor asentado ve la antigua vida nómada como el ideal de consonancia con la naturaleza, de la misma manera que el urbanita moderno idealiza la vida en el campo. En la Biblia Adán y Eva viven en el Edén, pero al adquirir la sabiduría, son castigados por Dios a dejar su vida de cazador-recolector para dedicarse a la agricultra8, convitiéndose en nuestros padres primigenios9. Sus descendientes son el agricultor sedentario Cain y el pastor nómada Abel10, y Yahvhé prefirió al segundo dando lugar al primer homicidio11. El último coletazo de esta nostalgia está en el cuento del neolítico pastor nómada David derrotando al metalúrgico guerrero Goliath de una pedrada12, y como David no llevara espada, corrió junto al filisteo y le arrebató la suya; la desenvainó, lo remató y le cortó con ella la cabeza (1 Sam 17: 51). Así pasamos a la siguiente etapa.

    En lugar de los espíritus tutelares de la familia y los demonios locales13 aparece el cielo y su jerarquía14, en lugar de las antiguas prácticas exorcizantes del mago y de la tribu15, el sacrificio graduado jerárquicamente (venimos hablando de esto aquí), y el trabajo de los esclavos es mediatizado mediante el mando institucionalizado16. Yahvhé, expulsado de la tierra para gobernar en el cielo, se venga instituyendo la monarquía, que la Biblia presenta como un castigo divino17.
    Las Escrituras dejan bien claro que todos los reyes fueron malos a los ojos del Señor, no le rindieron culto exclusivo y siguieron practicando el henoteísmo tradicional18. Yahvhé tenía una posición preeminente como protector de Jerusalem y de la linea dinástica de Judá (no de Israel19), pero nadie le rendía culto monoteísta propiamente dicho.
Israel fue arrasada por el imperio Asirio20, que conquistó también todas las ciudades de Judá dejando a su capital completamente aislada21, ¿acaso alguno de los dioses de los otros pueblos pudo salvar a su país del poder del rey de Asiria? (2 Re 18: 33) No, en consecuencia Ezequías, rey de Judá, decidió pagar un humillante tributo a Senaquerib, rey de Asiria22.
    Ezequías había pedido ayuda a Egipto, que le dejó en la estacada23. Ahora pacta con Babilonia24, una decisión duramente criticada por los yahvhistas, que la consideraban como una falta de confianza en su dios25 siendo Asiria no más que el instrumento del Señor para castigar los pecados de Israel y Judá26. Esto ilustra el cambio de mentalidad que nos dará pie para el siguiente estadio: Yahvhé puede trascender las fronteras de su reino, simpre que los destinatarios de sus acciones sean sus súbditos.
    Ezequías fue un rey bastante inteligente y diplomático, consciente de que si quería morir de viejo no podía enfrentarse a Asiria abiertamente y en solitario. Para calmar a la casta sacerdotal de Jerusalem permitió una profunda reforma religiosa, quitó los santuarios paganos, hizo pedazos las piedras sagradas, rompió las representaciones de Asera y destrozó la serpiente de bronce que Moisés había hecho y a la que hasta entonces los israelitas quemaban incienso y llamaban Nehustán (2 Re 18: 4).


   Babilonia resultó un arma de doble filo para siguientes generaciones. Cuando el poderoso imperio acabó con Asiria27 y resolvió sus problemas con Egipto28, volvió a acordarse del pequeño reino tributario. Jerusalem, asediada por el ejército enemigo, se lanzó a un fervoroso, sanguinario y desesperado culto a Yahvhé29 con la esperanza de que la divinidad interviniese en favor de la ciudad, pero mejor no confiéis en esos que os engañan diciendo: ¡Aquí está el templo del Señor, aquí está el templo del Señor! (Jer 7: 4).

    En la siguiente entrada veremos cómo terminó el asunto con Babilonia, que supondría el comienzo de la Biblia tal cual la conocemos hoy día...




Notas: 
1 Otro buen ejemplo es Ex 3: 6
6 por ejemplo Ex 8: 1-3
8 Gen 3: 17-19, y vimos un análisis de este mito de la sabiduría aquí.
18 la lista de citas es interminable, aquí un pequeña muestra

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