If
I had possession
over
judgment day
Lord,
the little woman I'm lovin' wouldn't
have
no right to pray
(Robert
Johnson,
If I had possession over the judgment day)
En
una ocasión se me ocurrió decir que Camarón es Dios y uno de los
presentes, bastante enfadado, me dijo que eso era una blasfemia muy
ofensiva. No me llegó a aclarar si molestaba a Dios o a Camarón,
pero su indignación basta para suponer que consideraba la
inspiración que movió a los escritores bíblicos, de una naturaleza
diferente a la que arranca el cante o cualquier otra manifestación
de arte.
Un
rasgo fundamental que diferencia a la Biblia de otros textos, es que
es considerada por muchos como la palabra de Dios. Dicen que sus
autores estuvieron inspirados,
asistidos por un don divino que convierte al texto en un mensaje que
Dios quiere comunicarnos. Según ellos, esta inspiración
o don de la profecía, es uno de los carismas que nos puede ofrecer
el Señor si nos portamos bien. La orientación que tomemos
ante la Biblia dependerá mucho de la concepción que tengamos de la
inspiración.
Caravaggio, Vocación de San Mateo |
La
definición teológica más extendida de inspiración
se la debemos a Tomás de Aquino. Santo Tomás estableció una
jerarquía de carismas o gratiae,
esto es, de dones divinos:
gracias de conocer (charisma cognoscendi), gracias de
hablar (charisma loquendi), gracias
de obrar (charisma agendi). En
base a esta división ubicó el carisma de profecía en el primer
grupo, y así queda entendido como carisma de conocimiento.
Consecuentemente entiende la inspiración como una cuestión
de conocimiento.
En
algunas ocasiones el autor bíblico parece recibir sus conocimientos
directamente de Dios, por revelación previa. Esta revelación puede
llegar por diversos caminos: visión, imaginación, percepción
intelectual, y es la base de la idea tomista de inspiración. Pero
muchas veces el profeta encuentra sus informaciones por medios
humanos, observando la realidad que lo circunda. El piadoso escriba
tiene que hacer un juicio para discernir el sentido de lo que ha
observado. En este momento del proceso del conocer humano es cuando
se supone que actúa Dios, cuando el autor desarrolla un juicio
lógico; es en ese instante cuando Dios le inspira, de modo que el
profeta ve las cosas a la luz de la verdad divina, a la luz de Dios.
Al realizar el enunciado que sigue a la percepción se produce una
actuación divina, así queda garantizada la verdad del juicio
emitido sobre la percepción del escritor sagrado. A este juicio
sigue la decisión de comunicarlo, pero es Dios quien mueve la
voluntad humana de escribir. Bajo la acción infalible de Dios, la
decisión del hombre es divina: Dios es autor del proceso, y por Él
del libro.
De
una concepción de la inspiración de este tipo brotan rápidamente
una serie de consecuencias:
- En primer lugar, se produce una preocupación obsesiva por la inerrancia bíblica: todo en la Escritura tiene que ser verdad, nada puede tener error; al ser la Biblia un texto inspirado, los enunciados que contiene no pueden ser falsos ya que vienen de Dios.
- Otra consecuencia posible es la del fundamentalismo: defender la verdad de toda frase bíblica tal y como está, llevando a desmenuzar la Biblia en infinidad de enunciados infalibles.
- Por otro lado, la Biblia adquiere un carácter a-histórico absoluto: el juicio es algo absoluto, no condicionado, no importa cuándo se haya pronunciado, está fuera de la historia.
- Y, finalmente, se cae en un desinterés por las formas literarias e incluso del lenguaje. Al ser la verdad del enunciado lo único importante, es indiferente cómo se formule.
Yo
prefiero adoptar una postura radicalmente distinta, cambiar de lugar
la inspiración y contemplarlo desde una perspectiva diferente. Es
posible leer la Biblia como leemos cualquier otro texto literario,
devolviendo así el mérito de la obra a sus autores. Además, al
eliminar los prejuicios que obligan a situar el texto bíblico por
encima de los demás prohibiendo toda reflexión sincera y meditada,
recuperamos el disfrute de cualquier otra obra de la historia de la
literatura, estando ahora todas en el mismo nivel. Para hacer esto
tenemos que entender la inspiración como un fenómeno exclusivamente
humano que permite a los artistas una transmisión perenne de sus
experiencias, y la Biblia misma nos empuja en esta dirección.
![]() |
Del blog de Alberto Montt |
El
escritor realiza una actividad; en la tradición griega su actividad
es poiesis (acción) y su resultado es el poiema (acto,
obra). El poeta es el hombre de la palabra, que vierte en el lenguaje
escrito sus experiencias vitales. Para los creyentes, que consideran
la Biblia como Palabra de Dios, es en ese momento cuando interviene
el Espíritu Santo: cuando el autor sagrado da forma de palabra a
la experiencia que se desea hacer comunicable.
El
creyente se enfrenta a escollos insalvables, ¿qué pueden hacer la inerrancia y el fundamentalismo ante el
lenguaje poético, que en la biblia representa la parte predominante?
Veamos un ejemplo para entenderlo mejor. El cuarto canto del Cantar de los Cantares empieza con una de las más bellas
y admirables descripciones de una masturbación femenina que nunca
halla leído. La voluptuosidad comienza ayudada por la fuerza que
adquiere la imaginación en la delgada linea que separa la vigilia
del sueño, y culmina con el desvanecimiento de la ficción deseada
tras el orgasmo:
“Ábreme hermana
mía, mi amante, paloma mía, mi perfecta, porque mi cabeza está
cubierta de rocío y mi melena de las gotas de la noche”.
Ya me he quitado la
ropa, ¿cómo volver a vestirme?
Ya me he lavado los
pies, ¿cómo volver a ensuciarlos?
Mi amado metió su
mano en el cubil y mis entrañas rugieron por él.
Yo me alcé para abrir
de par en par a mi amado y mis manos gotearon mirra, y mis dedos mirra que
fluye por la cerradura del candado.
Abrí a mi amado pero
él, desvaneciéndose, desapareció.
Mi suspiro se fue tras
su llamada:
lo busqué y no lo
encontré; lo llamé y no me respondió.
(Cant 5: 2-6)
En
un caldo tan caliente es difícil cocinar un Cristo. Consecuentemente
la teología, en su noble esfuerzo de intentar explicar que la Biblia
no dice lo que dice, nos insta a ver en el amante a Dios y en la
amada bien al Pueblo Elegido, a la Iglesia o al Islam, dependiendo
del credo que profesen...
El caso es que si alguien, por salvar el pundonor, niega o esquiva la belleza sublime de estos versos, sabremos sin ningún género de duda que además de ser idiota tiene una piedra en el lugar donde al resto de los humanos nos palpita un corazón.
El caso es que si alguien, por salvar el pundonor, niega o esquiva la belleza sublime de estos versos, sabremos sin ningún género de duda que además de ser idiota tiene una piedra en el lugar donde al resto de los humanos nos palpita un corazón.
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