Juro por mi mismo
(Gn 22: 16)

lunes, 16 de julio de 2012

La inspiración


If I had possession
over judgment day
Lord, the little woman I'm lovin' wouldn't
have no right to pray
(Robert Johnson, If I had possession over the judgment day)

    En una ocasión se me ocurrió decir que Camarón es Dios y uno de los presentes, bastante enfadado, me dijo que eso era una blasfemia muy ofensiva. No me llegó a aclarar si molestaba a Dios o a Camarón, pero su indignación basta para suponer que consideraba la inspiración que movió a los escritores bíblicos, de una naturaleza diferente a la que arranca el cante o cualquier otra manifestación de arte.
    Un rasgo fundamental que diferencia a la Biblia de otros textos, es que es considerada por muchos como la palabra de Dios. Dicen que sus autores estuvieron inspirados, asistidos por un don divino que convierte al texto en un mensaje que Dios quiere comunicarnos. Según ellos, esta inspiración o don de la profecía, es uno de los carismas que nos puede ofrecer el Señor si nos portamos bien. La orientación que tomemos ante la Biblia dependerá mucho de la concepción que tengamos de la inspiración.

Caravaggio, Vocación de San Mateo
    La definición teológica más extendida de inspiración se la debemos a Tomás de Aquino. Santo Tomás estableció una jerarquía de carismas o gratiae, esto es, de dones divinos: gracias de conocer (charisma cognoscendi), gracias de hablar (charisma loquendi), gracias de obrar (charisma agendi). En base a esta división ubicó el carisma de profecía en el primer grupo, y así queda entendido como carisma de conocimiento. Consecuentemente entiende la inspiración como una cuestión de conocimiento.
    En algunas ocasiones el autor bíblico parece recibir sus conocimientos directamente de Dios, por revelación previa. Esta revelación puede llegar por diversos caminos: visión, imaginación, percepción intelectual, y es la base de la idea tomista de inspiración. Pero muchas veces el profeta encuentra sus informaciones por medios humanos, observando la realidad que lo circunda. El piadoso escriba tiene que hacer un juicio para discernir el sentido de lo que ha observado. En este momento del proceso del conocer humano es cuando se supone que actúa Dios, cuando el autor desarrolla un juicio lógico; es en ese instante cuando Dios le inspira, de modo que el profeta ve las cosas a la luz de la verdad divina, a la luz de Dios. Al realizar el enunciado que sigue a la percepción se produce una actuación divina, así queda garantizada la verdad del juicio emitido sobre la percepción del escritor sagrado. A este juicio sigue la decisión de comunicarlo, pero es Dios quien mueve la voluntad humana de escribir. Bajo la acción infalible de Dios, la decisión del hombre es divina: Dios es autor del proceso, y por Él del libro.
    De una concepción de la inspiración de este tipo brotan rápidamente una serie de consecuencias:

  • En primer lugar, se produce una preocupación obsesiva por la inerrancia bíblica: todo en la Escritura tiene que ser verdad, nada puede tener error; al ser la Biblia un texto inspirado, los enunciados que contiene no pueden ser falsos ya que vienen de Dios.
  • Otra consecuencia posible es la del fundamentalismo: defender la verdad de toda frase bíblica tal y como está, llevando a desmenuzar la Biblia en infinidad de enunciados infalibles.
  • Por otro lado, la Biblia adquiere un carácter a-histórico absoluto: el juicio es algo absoluto, no condicionado, no importa cuándo se haya pronunciado, está fuera de la historia.
  • Y, finalmente, se cae en un desinterés por las formas literarias e incluso del lenguaje. Al ser la verdad del enunciado lo único importante, es indiferente cómo se formule.

    Yo prefiero adoptar una postura radicalmente distinta, cambiar de lugar la inspiración y contemplarlo desde una perspectiva diferente. Es posible leer la Biblia como leemos cualquier otro texto literario, devolviendo así el mérito de la obra a sus autores. Además, al eliminar los prejuicios que obligan a situar el texto bíblico por encima de los demás prohibiendo toda reflexión sincera y meditada, recuperamos el disfrute de cualquier otra obra de la historia de la literatura, estando ahora todas en el mismo nivel. Para hacer esto tenemos que entender la inspiración como un fenómeno exclusivamente humano que permite a los artistas una transmisión perenne de sus experiencias, y la Biblia misma nos empuja en esta dirección.
Del blog de Alberto Montt
    Cuando los autores bíblicos hablan de su experiencia no presentan el argumento del conocer, del aprender, del juicio. Es más una cuestión de lenguaje que otra cosa: la consagración ardiente de los labios de Isaías, el poner las palabras en boca de Jeremías, el rollo escrito que devora y asimila Ezequiel, el fuego incontenible en los huesos de Jeremías, romper los siete sellos que impiden leer el libro, etc., son imágenes de la inspiración que ordena las palabras. Bien mirado, en la Biblia la actividad inspirada no se presenta como carisma de juicio sino de lenguaje. No se proclama la Idea de Dios sino la Palabra de Dios, porque la Escritura recoge primaria y fundamentalmente la palabra, la voluntad comunicativa del hombre. Para éste, el instrumento genuino y normal de intercomunicación es el lenguaje. Si decimos que la Biblia es palabra inspirada, estamos afirmando que nos encontramos ante una cuestión de lenguaje; el autor bíblico hace una tarea de trabajo con el lenguaje. Como cualquier otro escritor, elabora una experiencia para hacerla comunicable.
    El escritor realiza una actividad; en la tradición griega su actividad es poiesis (acción) y su resultado es el poiema (acto, obra). El poeta es el hombre de la palabra, que vierte en el lenguaje escrito sus experiencias vitales. Para los creyentes, que consideran la Biblia como Palabra de Dios, es en ese momento cuando interviene el Espíritu Santo: cuando el autor sagrado da forma de palabra a la experiencia que se desea hacer comunicable.

    El creyente se enfrenta a escollos insalvables, ¿qué pueden hacer la inerrancia y el fundamentalismo ante el lenguaje poético, que en la biblia representa la parte predominante? Veamos un ejemplo para entenderlo mejor. El cuarto canto del Cantar de los Cantares empieza con una de las más bellas y admirables descripciones de una masturbación femenina que nunca halla leído. La voluptuosidad comienza ayudada por la fuerza que adquiere la imaginación en la delgada linea que separa la vigilia del sueño, y culmina con el desvanecimiento de la ficción deseada tras el orgasmo:

Courbet, El origen del mundo
Yo duermo y mi corazón vela, la voz de mi amado está llamando:
Ábreme hermana mía, mi amante, paloma mía, mi perfecta, porque mi cabeza está cubierta de rocío y mi melena de las gotas de la noche”.
Ya me he quitado la ropa, ¿cómo volver a vestirme?
Ya me he lavado los pies, ¿cómo volver a ensuciarlos?
Mi amado metió su mano en el cubil y mis entrañas rugieron por él.
Yo me alcé para abrir de par en par a mi amado y mis manos gotearon mirra, y mis dedos mirra que fluye por la cerradura del candado.
Abrí a mi amado pero él, desvaneciéndose, desapareció.
Mi suspiro se fue tras su llamada:
lo busqué y no lo encontré; lo llamé y no me respondió.
(Cant 5: 2-6)

    En un caldo tan caliente es difícil cocinar un Cristo. Consecuentemente la teología, en su noble esfuerzo de intentar explicar que la Biblia no dice lo que dice, nos insta a ver en el amante a Dios y en la amada bien al Pueblo Elegido, a la Iglesia o al Islam, dependiendo del credo que profesen...
   El caso es que si alguien, por salvar el pundonor, niega o esquiva la belleza sublime de estos versos, sabremos sin ningún género de duda que además de ser idiota tiene una piedra en el lugar donde al resto de los humanos nos palpita un corazón.

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